Para vestir bien, es conveniente adquirir la ropa inteligentemente. Colocársela con esmero para cada ocasión y por último, olvidarse de ella y llevarla con naturalidad.
También es aconsejable ser consciente de las características personales propias, tanto físicas como profesionales y sociales.
Conviene tener presente que la imagen es un lenguaje que transmite mensajes que impactan en mayor proporción a nivel subliminal, y en un corto espacio de tiempo de entre 4 a 6 segundos a través de ella podemos tender puentes o levantar barreras en la relación con nuestro entorno. Por todo ello, podemos considerar el traje como una importante «llave» social.
En este contexto lo más valorado es una discreta interpretación de la moda en clave de gran calidad, primero en el corte y hechuras del traje, y luego en los tejidos utilizados. Las prendas bien confeccionadas a medida se prueban sobre el cliente y se adaptan con alfileres a sus «valles» morfológicos, consiguiéndose posteriormente en la confección manual, los volúmenes adecuados a cada parte exacta del cuerpo del cliente, creando así prendas cómodas, favorecedoras y con un aplomo perfecto en su caída. Lo que confiere a las creaciones ese estilo tan atractivo y exclusivo que los profesionales llamamos «duende».